En nuestro paso por argentina recorrimos la Ruta 40 por su parte sur en la provincia de Santa Cruz, desde los Antiguos a Rio Gallegos, y por la parte norte desde Villa Unión hasta el desvío a la Ruta 66, más conocida como la Cuesta del Obispo, cruzando las provincias de San Juan, La Rioja y Catamarca.
Una carretera que atraviesa pueblos atrapados en el tiempo y cerros de todos los colores. Una ruta que cuenta con más de 5.000 km que corren de manera paralela a la Cordillera de los Andes, a la que acompaña de sur a norte, desde cabo vírgenes a la frontera con Bolivia. Conecta con 27 pasos a través de la cordillera. Llega a casi 5.000 metros de altura en la provincia de Salta, siendo la ruta más alta de América y la más alta del mundo a excepción de los Himalayas. Atraviesa 21 parques nacionales y cruza 18 importantes ríos, uno de los cuáles cruzamos por su cauce seco y que presentaba esta imagen digna de una película del oeste.
Después de hacer noche en el pueblo de Perito Moreno (que no tiene nada que ver con el glaciar) nos desviamos de la Ruta 40 ligeramente para ir hacia El Chaltén y nos encontramos con interminables estepas que no dejaban acercarse los impresionantes picos de la cordillera andina.
De allí tomamos rumbo a El Calafate para poder contemplar uno de los imprescindibles de la ruta y de Argentina, el glaciar Perito Moreno. En el momento en que lo visitamos pudimos ver como caían los grandes bloques de hielo con un ruido atronador que retumbaba en el valle.
En la zona de Santa Cruz recorrimos las carreteras sin asfaltar (de ripio) que pusieron a prueba nuestro Nissan Versa. La visión agudizada de Marta después de sus experiencias mortíferas en Australia le permitieron esquivar además a diversos armadillos kamikazes.
En la zona norte de nuestro trayecto, San Juan y La Rioja, visitamos los parques de Ischigulasto y de Talampaya, ambos patrimonio de la humanidad. Sus tierras emergen mostrando sus variadas capas de colores provenientes del período Triásico y dejando al descubierto cientos de restos fósiles de dinosaurios. Un desierto con infinitas paredes de color rojo que se pierden en el horizonte. El parque de Ischigualasto lo recorrimos en nuestro propio coche siguiendo a los otros visitantes y el guía del parque, allí a parte de encontrarnos al doble de Messi visitamos las estructuras caprichosas de la naturaleza causadas por el desgaste del viento y la lluvia.
Talampaya lo recorrimos en un camión 4×4 descubierto como si de un safari se tratara. Se recorre exclusivamente con guía autorizado ya sea a pie, en bicicleta y/o en vehículo 4×4. El recorrido del Cañón de Talampaya es de unos 3 km de extensión entre paredes que llegan a los 150 metros de altura.
En el pueblo de Chilecito bautizamos a nuestro Nissan con ese nombre, habiéndolo alquilado en Santiago de Chile con unos pocos quilómetros en el contador y a esas alturas ya acumulaba más de 12.000 en sus ruedas. En el pueblo de Chilecito empezamos la Cuesta Miranda, uno de los trozos más espectaculares de la Ruta 40 dónde recorrimos cañadas que podrían ser sacadas de las películas que representan el planeta Marte.
Sumada a nuestra experiencia de carretera en Vietnam y Laos, la Ruta 40 se ha convertido en una de nuestras favoritas. Sin duda volverla a recorrer de manera íntegra y cruzando a Bolivia sería una gran experiencia, especialmente si se hace en motocicleta, aunque esta vez escogeríamos algo con mejor fiabilidad que nuestras queridas Honda Win vietnamitas.