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Después de dejar atrás el desierto de Atacama llegamos al pequeño oasis del Valle del Elqui. Una zona rodeada de cerros áridos que gracias a los recursos hídricos y sus largos periodos de sol la hace una tierra de las de mayor producción de vinos, frutas y vegetales. Especialmente el cultivo de la uva para hacer Pisco (para los que no habéis probado nunca el Pisco Sour, no sabéis lo que os perdéis! Peligrosamente bueno y mejor no tomar más de dos en una noche.)
Sus cielos despejados en la zona del valle lo han hecho el lugar preferido para los amantes de la astronomía y es considerado uno de los lugares más especiales del planeta por sus cielos oscuros, libres de nubosidad 300 días al año y con poca contaminación lumínica. La zona fue designada como el primer Santuario Internacional de Cielos Oscuros del Mundo.
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Uno de los pueblecitos más encantadores del Valle del Elqui es el de Pisco Elqui. Por suerte llegamos fuera de temporada alta y acabada ya la semana santa, ya que se vuelve una zona densamente poblada de turistas.
El pueblo cuenta con una gran oferta hotelera y también de restaurantes dado el pequeño tamaño del municipio, pero por suerte aún sigue conservando su encanto comparado con San Pedro de Atacama que es en la actualidad un centro recreativo.
En Pisco Elqui no sólo se puede disfrutar de su cielo repleto de estrellas, de su tierra salen gran variedad de productos que son la estrella de la gastronomía de la región y que son representativos de todo Chile. El Pisco chileno, aunque es una bebida que también es insignia de Perú, es una de las bebidas más exportadas del país junto con su vino. Los chilenos lo toman a todas horas y es sin duda su cóctel preferido.
En el restaurante El Durmiente Elquino disfrutamos de diferentes versiones del Pisco Sour clásico, por ejemplo con miel y jengibre, con albahaca o cedrón (hierba luisa).
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Siendo un pequeño oasis con cielos estrellados, bebidas magníficas y un buen clima la mayor parte del año, no es de extrañar que además sea un sitio místico y mágico para algunos.
Gran parte de la formación geológica de los cerros esta hecho de cuarzo y corren historias sobre el valle como nuevo centro del magnetismo de la tierra. Algunos en los años 70 consideraron que el centro del «magnetismo» se trasladaría de los Himalayas a Elqui, se dice que en esa época monjes tibetanos recorrieron la zona sabiendo que alguien importante para la humanidad nacería allí, muchos dicen que avistaron ovnis y que la NASA afirmó que captó un punto luminoso y energético en la zona.
Lo que os decía:
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La cultura mística, hippie y mágica esta instalada en la zona. Las terapias de sanación, el masaje Reiki y la activación de chakras son otras actividades que se pueden realizar en el valle. En Horcón un pueblo artesanal cerca de Pisco Elqui fuimos a pasar la mañana entre mandalas y jugos refrescantes de Tuna y Copao, ambos frutos de los cactus que se encuentran en el valle. Un descubrimiento para nosotros y realmente refrescantes.
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Marta nunca había montado a caballo así que dentro de la oferta del lugar, decidimos recorrer los cerros del valle en una de las cabalgatas que se ofrecen. Estuvimos sólo una hora pero fue una experiencia interesante, si bien al día siguiente teníamos agujetas en nalgas y riñones. Renegado, el caballo de Marta, hizo honor a su nombre y se paso parte de la hora parándose a hacer un pica pica bajo el consentimiento de su jinete.
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La verdad es que esta semana en las cuencas del Elqui nos sirvió para poder relajarnos, lo sé, lo sé… Relajarnos de qué diréis! Pues simplemente de la vida de turista de aquí para allá, así que decidimos parar un poco para disfrutar de un pueblo de una manera más tranquila. Aprovechamos para trabajar con nuestro ordenador buscando el mejor wifi de la zona, que no era el de nuestro hotel. Comimos comida sana durante nuestra estancia y dejamos atrás los asados, las chorrillanas, los italianos, completos y papas fritas.
Uno de nuestros sitios favoritos fue el pequeño Alma Bakery Café. Para beber limonadas con menta, batidos de frambuesas, batidos de frutillas (fresas) con menta, té.. Para comer falafel, nachos, alfajores, galletones de canela, kuchen (pastel) de durazno (melocotón) y una añoradísima tortilla de patatas.
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Sus dueños, Kuky y Daniel, habían convertido este pequeño sitio a la sombra de los melocotoneros en un pequeño remanso de paz. Daniel, un mallorquín errante, hace tiempo que ya anda por Chile y había recorrido Sudamérica como mochilero. Kuky una chilena encantadora que se ha convertido en una fantástica repostera.
Ambos son un rara avis regentando un pequeño negocio que a base de mucho esfuerzo han conseguido crear una pequeña delicatessen en un país en que la oferta de comida sana y vegetariana no abunda precisamente.
Con ellos pasamos muy buenos ratos intercambiando historias y anécdotas de lo que ha supuesto recorrer el mundo y de lo que significa luchar por proyectos que ilusionan y valen la pena.
Esperamos encontrarlos en cualquier lugar del mundo! Quien sabe si en Filipinas!
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