Nuestra amiga Asun nos insistió que si un día viajábamos a Colombia teníamos que ir a visitar la maravilla de Caño Cristales. Hicimos un poco de investigación y era bastante complicado de llegar, además se disparaba el presupuesto. Para llegar a Caño Cristales se tiene que volar a la Macarena ya que por otras rutas es muy difícil de llegar además de tener que cruzar zonas aun con peligro de las FARC.
Las imágenes que vimos por internet y las opiniones de la gente que ya lo había visitado hicieron que nos decidiéramos a romper el presupuesto, otra vez más, y nos fuimos a Villavicencio para coger el vuelo a la Macarena. El aeropuerto tenía una zona de check in y de entrega de maletas de lo más pintoresca. Lo mejor fue cuando nos hicieron pesar a nosotros también para ver cuanto peso llevaría la avioneta.
Una vez hecho el embarque y pasar el control de seguridad, unos 5 minutos en total, nos subimos a la avioneta con una decena más de pasajeros dispuestos a sobrevolar la selva y llegar a la Macarena, pueblo controlado y pacificado desde hace años por los militares.
Al llegar el servicio de recogida de equipajes, un carro con un burro y un perro montado encima, nos vino a recibir. En el aeropuerto aviones militares y un amplio destacamento de soldados junto con un cartel que decía:
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La verdad impresionaba ir por las calles viendo soldados armados por todos los sitios, un destacamento de más de 6.000 hombres que parecían sacados de una película yankee.
Antes de entrar al pueblo de la Macarena nos hicieron el primer control de vacunas en todo el viaje, es imprescindible para entrar en la Macarena llevar las vacunas en regla, en concreto la de Fiebre Amarilla ya que esta presente en la zona.
El viaje era un todo incluido de avión, comidas, hotel y excursiones, a excepción de una pequeña tasa turística que se paga en el mismo aeropuerto de llegada que fue de 46.000 pesos los dos (unos 13 euros).
Uno de los grandes problemas para visitar Caño Cristales es que esta prohibido el uso de bloqueador solar y también de repelente de mosquitos. El motivo es precisamente salvaguardar las aguas y el ecosistema delicado de la zona de estos contaminantes, así que para los de piel blanquita nos toca disfrazarnos con manga larga y gorro de Indiana Jones para no chamuscarnos. No hace falta decir que el calor con una camiseta de natación es bastante agobiante.
La recompensa visual son los preciosos paisajes que podéis ver en la galería y que varían a lo largo del año debido a los colores de las algas que pueblan Caño Cristales. Su color se debe a las plantas endémicas Macarenia clavigera y que van desde los colores amarillos a los rosados, violáceos y rojos.
La recompensa física llega cuando uno se puede bañar en sus aguas para refrescarse y tener la sensación de estar en el paraíso perdido que inspiro el Edén.
No hay nada mejor para recomponer fuerzas que un picnic al lado del río. Nosotros ya nos hemos acostumbrado a los tuppers naturales de hoja de plátano y las comidas “ligeritas” colombianas, arroz y carne nunca faltan.
Después de la excursión, tiempo de descansar a la sombra, tomar algo de Postobón y jugar al Tejo. En este caso pese a la experiencia de nuestro guía Luis se impuso la pareja italo-española frente el equipo colombiano! Muy fan del tejo, la petanca explosiva!
Dejamos 3 días intensos a las espaldas y con unas ganas enormes de volver a Caño Cristales, la Macarena y cualquier rincón de Colombia. La noche de despedida pudimos bailar el joropo con la gente de la Macarena, gente maravillosa con una ilusión y unas ganas de crear un gran futuro para su comunidad que nos llegó al corazón. Mandamos un fuerte abrazo a Luis y Denys que nos guiaron incansablemente bajo el sol, las cañadas y los puentes improvisados en un paisaje único en el mundo.
La Paz ha tardado en llegar a estos lares y la mala fama de la inseguridad en Colombia hace que lugares más apartados no sean visitados por el turismo pese a que ahora son una zona segura llena de gente trabajadora. Nosotros queremos contribuir afirmando que Colombia es para nosotros uno de los mejores, sino el mejor, de los países que hemos visitado.