Nuestra aventura por Vietnam acabó en la frontera con Laos para dejar paso a un país totalmente diferente. Llegamos con nuestras motos en un trayecto de más de 9 horas y apenas 350 km, con nuestras Honda Win y carreteras en mal estado fue una odisea.
Llegamos a la frontera en el sur de Laos, no vale la pena decir que cruzamos a punto de anochecer por «Cửa khẩu Quốc tế Bờ Y» ya que no se ni pronunciarlo. Después de que nos intentaran cobrar de más pese a pagar los visados de entrada (64€ entre los dos), de decirles que no teníamos dinero para pagar nada más y que esto es lo que nos decían en la embajada que se tenía que pagar, nos dejaron pasar.
Estábamos en Laos, no teníamos ni internet, ni dinero de Laos, ni casi gasolina, no sabíamos a que distancia estaba el siguiente pueblo y a Marta le fallaba la luz frontal de su moto. Al sol le quedaba menos de una hora para esconderse detrás de las montañas. El paso fronterizo solo era transitado por camiones madereros que transportaban troncos a Vietnam.
Después de bajar las cuestas con el embrague puesto para no gastar gasolina, en posición aerodinámica y rezando para no quedarnos tirados en medio de la nada, conseguimos llegar a un pequeño pueblecito dónde paraban los camioneros a cenar y dormir. No había mucha oferta a esas horas y acabamos pagando por la primera habitación que encontramos. La primera impresión de Laos fue dura, fuimos a 3 locales que servían comida y pese a que la gente estaba comiendo se negaron a servirnos. La situación fue surrealista pero decidimos comprarnos unas galletas en una tienda e irnos a dormir pensando que mañana sería otro día.
El día siguiente llegamos a la catarata del Tao Lo aunque la vimos con más agua de la deseada, una lluvia torrencial que duró horas, así que decidimos observarla con tranquilidad desde la terraza del restaurante del hotel. Al día siguiente pinché una rueda y explotó la cámara, casi pierdo el equilibrio pero después de culear a lo Rossi, conseguí mantener el equilibrio.
En la carretera Marta notó que no tenía freno trasero y tuvimos que improvisar un arreglo con un trozo de cable de bicicleta que encontramos. La suerte parecía no mejorar y echábamos de menos Vietnam. La gente aquí era más cerrada y no estaba tan acostumbrada al turismo como en Vietnam o Tailandia. Laos es un país pobre que no atrae el turismo como sus vecinos, Tailandia, Vietnam y Camboya, especialmente por que no tiene playa. Además en la mal llamada guerra de Vietnam, fue una de las zonas que recibió más bombardeos y uso de minas antipersona.
Entonces llegamos a Konglor. Llegamos cansados a pocas horas del atardecer. Nunca habíamos visto el color verde en ese esplendor y ni con fotografías conseguimos captar la inmensidad del lugar y su belleza. Entrar con las motos por sus valles, sus aldeas mientras todos los niños te sonreían y te saludaban parecía que estuviéramos en otro país. Me di cuenta que en los últimos quilómetros habíamos reducido la velocidad, teníamos una absurda sonrisa en nuestras caras y nos corrían lágrimas por las mejillas.
El sentimiento que tuvimos al entrar en el valle de Konglor sólo lo puedo describir como… Mágico!
En Konglor exploramos y recorrimos en barca el rio que recorre una cueva de más de 7,5 quilómetros. Al salir de ella nos encontramos con otro valle completamente distinto, como si hubiera quedado atrapado en un tiempo jurásico con una frondosa jungla, el sonido de los pájaros y cientos de murciélagos saliendo de la cueva.
Estuvimos sólo 9 días en Laos, fueron intensos y nos pusieron a prueba, pero nos permitió conocer un sitio que está entre nuestro top 10 de lugares espectaculares.